Cuenta la Historia que Pigmaleón, rey de Chipre, pasó muchos años de su vida dedicado a encontrar a una esposa cuya belleza correspondiera con su idea de mujer perfecta.
El rey vivió en soledad muchos años, ya que ninguna de las mujeres que había conocido, llegaba a la altura de la belleza y devoción que anhelaba.
Un día cansado ya de la espera e inspirado por ese amor que no llegaba nunca, comenzó a esculpir una estatua de una mujer con los razgos más bellos y perfectos.
Su cuerpo, sus ojos, sus labios, su pelo.. todo en ella era sublime.
Cuando dió su última cincelada y la miró en su totalidad se enamoró perdidamente.
La llamó Galatea, que significa "Amor durmiente".
El Rey estaba tan atraído hacia esa bella mujer de marfil, que sus pensamientos se habían convertido en agujas tortuosas clavadas en su mente y en su corazón, de la mano de la frustración y la angustia de saber que jamás sería suya.
Un día, en una de las tantas y pomposas celebraciones que se hacían en honor a Venus, diosa del amor, le imploró sollozando en el templo que le diera vida a su amada y así fué.
Cuando retornó a su hogar como todos los días, entró, besó los labios de Galatea, pero esta vez no los sintió fríos.
Eran tibios, húmedos y la boca de Pigmaleón de hundió en la de ella.
Había cobrado vida.
La historia no terminó allí.
Pero lo que nos importa de esta historia, es su función de metáfora para comprender algunos mecanismos en nuestras relaciones.
La Psicología moderna denomina "Efecto Pigmaleón", a la tendencia de proyectar nuestras expectativas sobre lo que deseo que sea "el otro" a la hora de entablar una relación amorosa, y no tener la vista preparada para "verlo" como realmente es.
Tener dicha visión lo suficientemente afinada para no caer en fantasías erróneas de lo que el otro "es", requiere de cierta madurez emocional y ésta debe aprenderse.
Si no adquirimos el hábito de observar lo que nuestro cuerpo dice, hasta que punto influyen nuestros condicionamientos familiares y culturales a la hora de entablar una relación, una inercia peligrosa puede apoderarse de nosotros y salir bastante heridos y herir mucho al mismo tiempo.
La desesperación de la soledad hace que nos narcoticemos de tal modo, que le ponemos inmediatamente a la persona que esta frente nuestro todos los adornos necesarios para autoconverncernos de que El o Ella, son el amor ideal.
Más luego, cuando el efecto de la pócima mágica desaparece y el otro demuestra Ser lo que ES y no lo que esperabamos, nos sentimos defraudados, desilusionados.
No hay fraude ni traición por parte del otro, ni por parte nuestra, porque todos somos Pigmaleón y Galatea al mismo tiempo.
Te preguntarás entonces, dando vuelta la cuestión, cómo es posible encarar ésta problemática para revertir el proceso pigmaleónico o bien estar atentos a no caer en el cincel de las expectativas del otro?
No es sencillo pero sí posible.
Un pequeño mapa emocional de experiencias personales es un buen comienzo.

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